NOTAS SOBRE LA INEXISTENCIA DE UNA ESCUELA REALISTA

EN LA LITERATURA ESPAÑOLA.

 

    Comentando estos días en torno a la existencia y desarrollo en nuestra literatura de un movimiento realista (y su corolario naturalismo), me han venido a la mente las notas que recopilé hace dos años y en las que me basaba para defender su falta de importancia.

 

    Posiblemente mi postura se encuentra influida por las tempranas lecturas de Pereda y de Armando Palacio Valdes, ambos en mi opinión, más que alejados de cualquier postura realista. Me conforta pensar que igual criterio fue defendido por un tal Tamayo (¿quien será?), cuyo discurso inaugural de la Academia en el año 1859 sostenía (según leo en D.L Shaw, "Historia de la Literatura Española.". Editorial Ariel. Tomo V. El siglo XIX), que no todo lo que es verdad en el mundo tiene un lugar en el teatro... y el punto de vista general era que la presentación de una realidad sin embellecerla seria deprimente, antiartística y probablemente inmoral.

 

    Y a partir de aquí me centro en autores concretos siguiendo el orden cronológico de su fecha de nacimiento:

 

    Empecemos por Valera, venido al mundo en 1824 y que se autodefine, (y tomo las citas de la obra de Shaw, que aunque no lo declara creo que a su vez las toma de una obra publicada por el autor en 1887 con el título "La Novela naturalista española") como; "partidario del arte por el arte".

 

    Proclamando que;

 "la religión de lo bello es una forma del amor de Dios.".

 

 Acusa al realismo de profesar una "predilección por lo feo y lo deforme" y escribe:

 "¿Que provecho nos trae el retratar la verdad si la verdad es siempre inmunda;... ¿no seria mejor mentir para consuelo?.".

 

    Y afirma que ésta es "extravío abominable"  reprochando la tesis en cuya virtud deban; "decirnos siempre cosas que, aunque fuesen ciertas, nos habían de amargar y atosigar.".

 

    No acierto a entender que rasgos de realismo pueden verse en Juanita la larga;

 

* ni su final feliz,

* ni la elevación desde una clase social baja a otra alta (sea por el trabajo y la inteligencia, como en el caso del cacique, sea por el amor como en el caso de la protagonista).

* ni la atribución de una maldad insita al trabajador paupérrimo (cuya bondad no se desarrolla con el logro de una situación desahogada, caso de Antoñuelo),

* ni la admisión por el cacique y por la hembra predominante en el pueblo de su derrota a manos de la bondadosa protagonista,

* ni la aceptación del status religioso por las clases bajas,

 

    Ni cualesquiera otros rasgos, me inducen a incluir la obra dentro de un movimiento realista. Se trata solo, como ocurre con las obras de Galdos, de Campoamor, de Valdés, de Coloma, de un cuentecillo en que ganan los buenos y pobres sobre los ricos y malos, más aún; en que ni los malos son malos del todo, ni los ricos ricos del todo, ni los pobres absolutamente pobres, y en el que, todos de la mano, como buenos hermanos, alcanzan la paz social.

 

    Cierto que en ocasiones utiliza el civismo para poner en evidencia las ideas que, defendidas por alguno de los personajes, rechaza el autor, y cierto que estas ideas son generalmente conservadoras pero ¿acaso no usa del mismo tono cuando ideas contrarias (de signo progresista) son expresadas por el liberal farmacéutico?.

 

    Desilusionado el escritor de todo y de todos (creo que incluso de la protagonista, a la que quizá la hicieran mirar con simpatía los más de 70 años que tenía al escribir la obra), carece sin embargo de fuerza para cambiar una situación que los personajes aceptan, un mundo que no quieren cambiar (no es que no tengan fuerza para ello, es que ni siquiera se les pasa por la cabeza el hacerlo.), por ello Juanita cuida de no perjudicar la posición social de su amado tanto o mas que este.

 

    ¿Y qué decir de la última parte en que se olvidan rencores, se reconcilian adversarios y hasta se satisfacen deudas económicas ajenas?.

 

    En cualquier caso  mi mala conceptualización respecto a Valera esta afectada por una descripción que de su persona leí en Ortega quien manifestaba (Obras Completas, tomo I Pág. 156) haberle visto sólo una vez;

 

"..... en una recepción académica, ataviado con uniforme bordado de oro, cubierto el pecho de bandas, sobre las cuales se alzaba una faz de líneas gratas pero poco expresivas; una faz castiza de ciego que se orientaba indecisamente hacia la luz derramada por un ventanal. Prácticamente, pues, como si no le hubiera visto jamás.".

 

    ¿Se puede hacer más fuerte crítica con menos palabras?.

 

    En el mismo año, 1833 nacieron Alarcón y Pereda, vayamos a éste, cuyo libro "El sabor de la Tierruña" fue el primero en caer en mis manos, allá por aquel tiempo en que aún niño la tome de la biblioteca materna. Toda su tesis esta reflejada por estas opiniones de Shaw;

 

"......idealización del campo. Idealización que oculta la realidad del terrateniente defendiendo sus privilegios.".

 

"Pereda y su clase se obcecaron en creer en un tipo de sociedad rural cerrada y paternalista que les procurase una función social..".

 

    En la introducción a "Los Pazos de Ulloa" por Ángeles Cardona de Gibert. (Edit Bruguera) leo que Marcelino Menéndez Pidal prologó las obras completas de Pereda, comentado la citada profesora;

 

"Para Don Marcelino, la novela naturalista resulta pesada y aburrida, además de "picante" en exceso. Estas cualidades hacen que sea de lectura fatigosa, de contenido inmoral y, desde un punto de vista estético, fea y repugnante. Por último Don Marcelino excluye a Pereda de la lista de los naturalistas.".

 

    El propio Pereda declara expresamente su distancia de posturas realistas y en su obra "Pedro Sanchez" escribe:

 

"....hay mentiras necesarias y hasta indispensables, como son las del arte en cuanto tienden a embellecer la Naturaleza y dar mayor expansión y nobleza a los humanos sentimientos.".

 

    Y al comentar su inclusión dentro del realismo, define a este como

 

".....la afición a presentar en el libro pasiones y caracteres humanos y cuadros de la naturaleza, dentro del decoro del arte.".

 

    Obviamente esa limitación impuesta por el "decoro" es lo que le excluye del movimiento por más que pueda acercarle a él el abundante uso de diálogos.

 

    De Alarcón (1833), basta con leer "El sombrero de tres picos". En cualquier caso cuenta Shaw que al comentar nuestro autor  la obra de Ortiz de Piñedo "los Pobres de Madrid" escribía que se trataba de un aspecto de la verdad;

 

"tomado en crudo, presentado al natural sin darse el trabajo de componerlo, de agregarle algún aliño, de cumplir con la obligación de todo arte.".

 

    El arte, insistía, debe ser algo mas que simplemente;

 

"una ventana con vistas a la calle.".

 

    Vayamos ahora a los pesos pesados empezando por Galdos, nacido en 1843;

 

    ¿Puede calificarse de realista una novela como "Miau" en que el nieto del protagonista, mantiene una serie de conversaciones imaginarias con Dios que influyen en la conducta de su abuelo.?.

 

    ¿Puedo calificar de realista una obra coetánea al Manifiesto Comunista de Marx, como "Misericordia" en que exalta la caridad a pequeña escala como vía de solución a la conflictividad social.?. ¿es realista el final de "Fortunata y Jacinta" en que aquella se redime y es aceptada implícitamente en la clase media cuando entrega su hijo a la estéril Jacinta.?.

 

    Tomo de su Episodio "Trafalgar" el comportamiento del protagonista ante su inalcanzable amada:

 

"Cada vez se crecía ella más ante mis ojos, y cada vez me encontraba yo mas humillado ante la doble superioridad de su hermosura y de su clase. Acostumbrándome a la idea de que tan admirable conjunto de gracias no podía ni debía ser para mi, llegue a tranquilizarme, porque la resignación, renunciando a toda esperanza, es un consuelo parecido a la muerte, y por eso es un gran consuelo.".

 

     De la misma obra (en el Cap. X), trascribo su exacerbada defensa de un nacionalismo chovinista:

 

"Pero en el momento que precedió al combate comprendí todo lo que aquella divina palabra (patriotismo) significaba, y la idea de nacionalidad se abrió paso en mi espíritu, iluminándolo, y descubriendo infinitas maravillas como el sol que disipa la noche, y saca de la oscuridad un hermoso paisaje. Me represente a mi país como una inmensa tierra poblada de gentes; todos fraternalmente unidos; me represente a la sociedad dividida en familias, en las cuales había esposas que mantener, hijos que educar, hacienda que conservar, honra que defender, me hice cargo de un pacto establecido entre tantos seres para ayudarse y sostener un ataque de fuera, y comprendí que por todos habían sido hechos aquellos barcos para defender la patria, es decir, el terreno en que ponían sus plantas, el surco regado con su sudor, la casa donde vivían sus ancianos padres, el huerto donde jugaban sus hijos...." y sigue en el mismo tono a lo largo de toda una página.

 

    A Galdós le ocurre lo que a Pereda, que quiere ser realista sin llegar a serlo nunca, pues como el mismo dice en las "Observaciones sobre la novela contemporánea en España" (1870), refleja esta "el maravilloso drama de la vida actual" y no llega a entender que precisamente por ser su drama "maravilloso", de la misma manera que el realismo de Pereda venia limitado por el "decoro", ni uno ni otro hunden a sus protagonistas en el pozo sin fondo donde se ahogan los personajes de Zola. En cualquier caso las vidas que reflejan son vulgares, anodinas dentro de su pobreza material, pero no dramáticas y quizá por eso el propio Galdós escribe al final de "Fortunata y Jacinta" que el novelista:

 

"debe convertir la vulgaridad de la vida en materia estética".

 

    Más difícil parece desclasificar a Pardo Bazán (nacida en 1851) en cuya obra quizá y solo quizá puedan admitirse rasgos de realismo en "Los Pazos de Ulloa", La Tribuna", "La madre naturaleza" y en "La Piedra Angular".

 

    Sin embargo sus opiniones se reflejan en "La cuestión palpitante." (publicada en forma de libro en 1884 reuniendo artículos aparecidos los dos años anteriores). Otra vez me remito a Shaw, quien destaca que La Pardo ve allí al naturalismo como un movimiento pretenciosamente seudo científico basado en la aplicación de un restringido concepto de determinismo a la conducta humana, con una deplorable tendencia a recalcar lo sórdido, lo feo y lo proletario. Por ello conceptualiza al realismo como una "teoría más ancha, completa y perfecta que el naturalismo.". Como una vía de armonización entre los indecorosos excesos del naturalismo y la embellecida artificialidad del idealismo.

 

    Aún en "La Tribuna" su critica social es muy pequeña y carece de determinismo e incluso de pesimismo;

 

"La Tribuna" pinta también, con bastante paternalismo, la mentalidad de la gente trabajadora que, según el propio convencimiento de la Pardo Bazán; "a Dios gracias, se diferencian bastante de los que pintan los Concourt y Zola.".".

 

    Shaw se olvida de dar respecto a esta obra un dato fundamental: el libro tiene un inesperado epílogo cuando años más tarde Pardo Bazán publica su continuación; se trata de "Memorias de un solterón", donde el hijo ilegítimo de  Amparo (protagonista de La Tribuna), consigue que Baltasar Sobrado (su seductor), militar retirado entonces, vividor sibarita y ávido negociante, se case con su madre, legitimando así su nacimiento veintitantos años después.

 

    De Alas Clarín (1852) se cataloga como inequívocamente naturalista su cuento "Pipa", relato en el que un niño harapiento pero cuya alma no han agostado todavía ni el hambre ni su condición social, muere en accidente provocado por la alcoholización de aquellos en cuyo entorno nació, hasta aquí todo encaja, pero veamos que tal se dibuja esa "alma" todavía no contaminada por la realidad. Estas son sus sensaciones al asistir a la Iglesia un Domingo de Resurrección:

 

Pipa...."se regenera y purifica, con la nariz hinchada, la boca entreabierta, los ojos pasmados, soñadores, llenos de lágrimas, sentía los paseos del dios bueno, del dios de la alegría, del desorden, del ruido, de la confianza, de la orgía inocente..... Esto -pensaba Pipa-, debe de ser que hoy vence el dios bueno, el dios alegre, el dios de los confites del cielo, al dios triste, regañón, oscuro y soso de los demás días.".

 

    Y su opinión frente a la niña noble en cuya casa es invitado a dormir, le parece que:

 

"....debía ser uno de aquellos niños que fueron pobres, que no comieron dulces en la tierra, pero que después de muertos el Dios bueno, Papá Dios, recoge en su seno y los harta de confituras.".

 

    ¡Y que bueno que es Dios, que resolverá en el Paraíso el hambre de la España decimonónica¡.

 

    ¿Es realista la descripción que de la luna hace Julia a su pequeña hija Irene;

 

"La luna es una dama principal que tiene un gran palacio que es el cielo; aquella noche, que es noche de Carnaval en el cielo también, la luna da un gran baile a las estrellas. Las nubecillas que corren debajo son los velos, los encajes, las blondas que la luna esta escogiendo para hacer un traje muy sutil, de vaporosas telas; porque el baile que da es de trajes, como el que Irene va a celebrar en su palacio...."

 

    En cuanto a "La Regenta" no creo que el enfrentamiento entre un religioso ateo y un burgués disoluto sea  una temática propia del naturalismo y si centramos la finalidad de la obra en el análisis de la dualidad espiritual de Ana Ozores que se debate entre materia y espíritu, el convencimiento de que la persona sea el resultado de la interacción entre estas dos fuerzas tampoco parece encajar excesivamente bien en el radical determinismo del entorno.

 

    Por último se incluye dentro del "realismo" a Armando Palacio Valdés (venido al mundo en el año de Gracia de Nuestro señor de 1853) , quizá el que más he leído de todos los que cito, con toda certeza el más alejado de toda critica social. Ya en la primera de sus obras que cayo en mis manos ("Marta y María"), procedente también, como no, de la biblioteca materna, se expresaba con claridad meridiana:

 

"Mi aspiración única consiste en conmover a mis lectores evitándoles el pensamiento.".

 

    Esta declaración poco puede sorprender cuando en "Semblanzas Literarias", concretamente en la dedicada a Fernán Caballero, Palacio Valdés declara de si mismo haber sido un entusiasta de la novela de folletín: 

 

"Me entusiasmaban las novelas de un señor Pérez Escrich (que Dios perdone) y de una Doña María del Pilar Sinues, que Dios perdone también.".

 

    Pese a todo Clarín califica la obra "El Señorito Octavio" como naturalista:

 

"Sigue la regla indicada por Zola: los hechos solos, nada del comentario sobra, nada de tesis; fría imparcialidad del novelista que se observa en Balzac, en Stendhal, en Flaubert, en los Goncourt, en Zola.....".

 

    Sin embargo el mismo Palacio Valdés se encarga de desmentir a su amigo, calificándola como una;

 

"novela sin pensamiento trascendental.".

 

    En "Marta y María", dedica el Capítulo VIII "Como ustedes gusten", a glosar la influencia de la primavera sobre la bondad de los sentimientos y convierte así el determinismo social en un determinismo "primaveral";

 

"algunos días, no obstante, a la puesta del sol, un soplo de aire tibio llegaba de la parte de tierra, y advertía deliciosamente a los pacíficos habitantes de Nieva de la presencia en aquel distrito judicial de la más amable y coqueta de las estaciones. Y este soplo de aire cargado de perfumes, subiendo por la nariz al cerebro de los vecinos más inclinados a la poesía y a las dulces expansiones del corazón, se portaba como enemigo declarado del sosiego de los espíritus femeninos y perturbador de la paz de las familias.".

 

    En la introducción a "La Hermana San Sulpicio" declara que nunca ha estado de acuerdo con alguno de los puntos esenciales del naturalismo como la  tristeza, el pesimismo, los desenlaces trágicos, la condición grosera o vulgar de los personajes y el gusto por la impudicia.

 

    Finalmente en la Introducción que el mismo hace a su novela "José", dice refiriéndose a los lugareños de la pequeña aldea donde transcurre la acción;

 

"Hay, no obstante, en el fondo de su alma una chispa de espiritualismo que no se apaga jamás, porque la mantiene viva la religión.".

 

    Y la misma dureza de su existencia;

 

"va labrando su espíritu, despegándoles de los intereses materiales, haciéndoles generosos, serenos y con la familia tiernos. No abundan entre los marinos los avaros, los intrigantes y tramposos, como entre los campesinos.".

 

    Comentando esta novela leo en el prefacio escrito por Jorge Campos (Editorial Catedra):

 

"Sentimos a la bondad impulsando actos o rigiendo la acción argumental. En la historia de José le vemos responder a los malos tratos de que le ha hecho objeto su madre, cuando ha logrado su independencia económica, remitiéndole voluntariamente una parte del sueldo. Después le vemos actuar con la misma bondad y mansedumbre ante las desventuras que le producen las malas artes de su futura suegra. Luego recoge a su hermana viuda y sus sobrinos huérfanos. También ejercita sus virtudes auxiliando calladamente al empobrecido hidalgo de Meira.".

 

    Excluido pues también del realismo, opinión que ya sostenía Shaw;

 

"al igual que tantos otros, critica a la novela francesa por su supuesto escepticismo, sus "groseros excesos" y por su insistencia en la "desnuda realidad". Para él, como para Valera, "la novela es una obra de arte y como tal su fin primero es realizar belleza.... despertar la emoción estética.". La realidad observada debe ser suavemente poetizada y con un ligero toque de sentimiento.".

 

    Unas últimas notas que me confirman en mi opiniones las tomo de autores franceses, el primero el propio Zola quien prologa la traducción al francés de una obra de Narciso Oller "La Papallona" (1884) y dice no sólo que éste es excesivamente sentimental para ser contado entre los naturalistas que él acaudilla, sino que Doña Emilia tampoco lo es. Podrá, eso sí, ser una autora naturalista en cuanto a técnica estilista, pero su ideología católica y su afán moralizador la apartan del grupo.

 

    El segundo (y de nuevo acudo a Shaw) Albert Savine, quien en 1885  escribe un folleto titulado "Le naturalisme en Espagne. Simples notes", en el que califica a nuestros escritores naturalistas de "católicos" "optimistas", "románticos" y "fils de vrais classiques de l' Espagne: des picaresques. Et ils le sont.".