16 mayo del 2006

¡QUE QUEDE CLARO¡: DE ENTRE LOS MEJORES: DROGATAS, SIDOSOS, ALCOHOLICOS Y PRESIDIARIOS.

Mi muy amplio y variado público, dos puntos:

                  No sabéis lo complacido que me siento de que algún que otro amigo accedan a este mi blog y sean capaz de leer los escasos productos de mi agostado cerebro, pero tendréis que disculparme si no me prodigo. No es que yo no quiera escribir mas,......  es que no se. Mi querida Esther se sorprende de lo que ella llama mi facilidad para redactar, más vive Dios que yo me sorprendo de su apreciación; ¿Facilidad?, ¡pero si para dar a luz una carta paso toda una mañana¡.

  Y de verdad, de verdad que aquí, privado de mi biblioteca y acompañado solo por algunos de mis cuadros, encerrado en un horroroso piso de los años 70, y con un despacho que tengo que levantar partiendo de la nada ni me queda tiempo ni mi animo es el mejor para pensar, porque eso si; antes de escribir, conviene pensar. Se pierde frescura, (máxime los que por no saber no la hemos tenido nunca), pero se gana en complacencia, que a la postre es lo que persigo. Un buen papel (ya sabéis que me gusta escribir sobre resmas que tengan cumplido el centenario), una plumilla, un tintero, una mañana por delante y sobre todo sobre todo sobre todo, lo mas difícil, alguna idea a la que aferrarte.

  Por cierto que Samuel me propone cambiar de servidor de blog para tener audiencia. ¡Que disparate¡ ¿para que quiero yo audiencia?. Yo siempre he escrito para mi, o para un amigo, o hoy para mi anónima amiga valenciana, pero ¿para alguien a quien no conozco ni me conozca a mi?. Me sorprende y contenta que el bueno de Sam sea de la opinión de que mis escritos pudieran interesar a la interplanetaria masa de los bloguerianos, pero vamos.......... estoy seguro de que no.

 Ayer encontré entre los links de Mauro un simpatiquísimo vinculo a la pagina de una veinteañera que había colgado tres o cuatro fotografías suyas en bikini. Una de sus amigas (justificadamente envidiosa pues difícilmente alcanzará los muchos encantos que la autora ostentaba) le recriminó en forma anónima su desvergüenza y la joven había replicado que "lo que se han de comer los gusanos que se lo coman los cristianos". Pues bien, la pagina tenia casi trescientas mil visitas (desde luego muy merecidas o al menos así me lo pareció a mi que me divertí tanto con la discusión como los demás visitantes con las fotos).

  Me temo Sam que mi pagina no tendrá tal éxito y desde luego no pienso cambiarle el nombre para hacerla mas atractiva. Quedan desde luego rechazadas tus propuestas de "sexinotar" "lujuriosofuncionario" o cualesquiera otras tendentes a aumentar mi número de visitas.

  Bueno a lo que íbamos, como ya os contado del agostamiento de mi cabeza y del triste ambiente que me rodea, me veo absolutamente incapaz de escribiros nada de nada, así que os cuelgo una carta que en cierta ocasión dirigí a una amiga.

  Os quiero mucho a los pocos que atribuís algún valor a mis escritos, pero no vais a conseguir engañarme; lo más valioso es el papel que acostumbro a usar.

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  Jueves 21 de Agosto del 2003.

  Querida ++++++++++++++.

  ¿Qué le puedo decir a una amiga privada de libertad cuando yo mismo he firmado decenas de sentencias a prisión?.

  Todos los jueces descubrimos más pronto o más tarde que no tiene porque coincidir la justicia y el derecho. Mas lo cierto es que casi todos lo descubrimos desde un punto de vista parcial.

 Decímonos: “pese a mi convicción de que este hombre es culpable no puedo hacer justicia y condenarle porque carezco de derecho a ello ante la evidente falta de pruebas.”

 Es sin embargo la otra faceta del asunto la que no siempre enfrentamos: “¿Debo de aplicar la ley aun considerándola injusta.?".

 No vayas a pensar que este es un problema que se les plantea primordialmente a los jueces penales, muy al contrario, ellos tienen mil y un caminos para evitar dictar una resolución que repudie su conciencia; desde la apreciación de atenuantes o eximentes hasta la absolución por falta de pruebas media una verdadera autopista de libertad que permite dormir con la conciencia bien tranquila. Yo personalmente nunca he tenido el más pequeño remordimiento por encarcelar a camellos, sin bien siempre quedas con la tristeza de no ver comparecer ante el estrado a quienes los manejan.

  Son los jueces “no penales” los que con más asiduidad se encuentran ante la duda; ¿por qué si el señor X debe cierta cantidad al estado y a su vez el estado le debe otra al mismo señor X, la primera devenga intereses al 20 % y la segunda al 5%? ¿por qué si el señor X vendió su piso cinco veces debo proteger al que primero inscribió su escritura y no al que compró y se puso a vivir en la casa?.

  Lo único que puedo decirte es que las mayores satisfacciones que mis conocimientos sobre el derecho me han dado no han tenido por base aplicar la ley, sino al contrario, como conseguir no aplicarla.

  Desgraciadamente cuando llegas a este punto de perfeccionamiento técnico en el estudio del derecho, ves quebrar las buenas voluntades de quienes que dejan de poner su conocimientos del lado de la justicia para ponerlos del lado de su cliente.

  También a mi me ocurre con frecuencia; hace poco un amigo mío me telefoneaba con urgencia para contarme un difícil pleito. Escuche su relato, le hice como siempre las dos o tres preguntas clave para resolverlo y acto seguido cometí el pecado; “¿Y a ti quien te interesa que gane, el señor A o el señor B?”. Entre las diversas soluciones que yo podía dar, acababa de inclinarme no por la mas justa sino por la más conveniente para quien solicitaba mi dictamen.

  En nuestro impersonalizado mundo (y quizá sea mejor así) el juez ya no es el que juzga, pues quien juzga a la postre no hace sino emitir un juicio de opinión, y ni yo he opinado nunca ni mis compañeros lo han hecho tampoco, todos somos meros instrumentos de la norma.

  Te sonará ridículo pero una de las sentencias más conflictivas que he dictado en mi vida era la relativa a si los empresarios podían considerar como gasto deducible de su empresa las cestas de navidad que regalaban a los trabajadores. En el envite se jugaba la hacienda pública miles de millones y mi sentencia se inclinó por la tesis empresarial permitiendo la desgravación. La alegría del actor (el que monta un pleito) duro exactamente dos meses. La Ley de Presupuestos Generales del Estado se apresuro a rebatir mi decisión y a decir expresamente que las susodichas cestas no podían ser consideradas como gasto mercantil (naturalmente los empresarios y trabajadores reaccionaron a su vez con la misma rapidez ante la administración y en los convenidos colectivos de marzo de ese mismo año se incluyeron como gasto salarial en especie a los regalos de navidad, que dejando de ser voluntarios volvieron a convertirse en gasto ineludible y por tanto de nuevo deducible).

  Y es que en nuestro entorno no hay más opinión que la opinión del Estado. Recuerdo a un magistrado, compañero mío de sala, empequeñeciendo nuestra labor al declarar apoteósicamente en una deliberación “Yo no estoy aquí para hacer justicia sino para aplicar la ley”.

  No te aburro más con disquisiciones inútiles, y como poco o nada puedo decirte sobre la justicia de tu situación, y como además presumo que el juez que te enchirono dormirá tan tranquilo como dormía yo en mis viejos tiempos, pasare a contarte lo que ha sido de mi durante los últimos años.  

Creo haber vivido siempre con la sensación de que la sociedad tejía sobre mi una envolvente maraña de hilos que me ataban a una tierra, a un trabajo o a una mujer. Nuestra libertad discurre por una senda muy estrecha cercada (con la mejor voluntad) por todo nuestro entorno.

  Mis padres, quizá como los tuyos, acostumbraban a aconsejarme de joven que ingresará en cualquier cuerpo administrativo o aun en cualquier banco; “tu primero la patateca segura....... y luego haces lo que quieras”. Monstruoso consejo que hubiera encarrilado mi vida por la gloriosa senda del cuerpo de técnicos de la Generalitat  o de la intervención bancaria......... y que me hubiera encadenado para siempre jamás a la más brutal seguridad. Pero es el caso que la libertad consiste en romper ese estrecho camino por el que nos conducen nuestros bienamados coetáneos, en alzarnos contra las circunstancias (que empujan pero no arrastran), libre era San Ignacio cuando rompió con su mundo y se fue a predicar en el Japón, libre era Don Quijote cuando rompió con su ama y su sobrina para echarse al monte y libre hay que mantenerse siempre. Lope de Vega se arruinó al menos en seis ocasiones y en otras seis salió de la quiebra y volvió a hacerse millonario, pero cada vez que caía arruinado, algo ganaba, ganaba su libertad para volver a empezar de nuevo sin ataduras previas.

  Quizá por todo esto me decidí hace ya casi dos años ha pedir mi excedencia como notario y a disfrutar siquiera temporalmente de mis bienes y posesiones. Has de saber que desde entonces vivo en Marruecos en un pequeño pueblo por cuyas estrechas calles tan solo pueden circular los burros y que tengo en este país tres casas, como  tres soles y una novia, que si bien no reluce como un sol da tantos quebraderos de cabeza como una de sus insolaciones.

  El general francés que en la guerra de la independencia toma Zaragoza (Schultz, un verdadero bandolero para el arte español), escribe a Napoleón; hemos entrado en una ciudad donde las casas son “blocaos” sin ventanas al exterior y las calles tan estrechas que impiden el paso de la caballería. Sin saberlo estaba describiendo una ciudad árabe donde las casas se abren a un patio interior formando así un mundo cerrado en si mismo y ajeno al entorno. El refranero español lo dice de otra forma: “La casa del moro, por fuera una mierda  por dentro un tesoro”.

  Pues así son dos de mis casas, las situadas en Xaouen, un pequeño pueblecito a cien kilómetros de Ceuta que nace con la expulsión de los últimos árabes tras la guerra de las Alpujarras y adopta los aires de una ciudad andaluza con casas blanqueadas, techumbres artesonadas en madera, calles estrechas y empinadas y vociferantes vecinos en todas partes.

  La primera de estas dos casas, desde la cual te escribo, responde a la concepción típica de una vivienda agrícola; la puerta del exterior da acceso a un pequeño cubículo en uno de cuyos laterales abre la puerta de acceso al patio. Este es el principal rasgo que distingue una casa romana de una casa árabe; en las primeras el patio interior siempre era visible desde la calle, en las segundas no lo es nunca porque la entrada forma un ángulo para preservar la intimidad. Al patio, de reducidas dimensiones y arqueado en tres de sus lados, abren tres habitaciones; la cocina y lo que en su día debieron de ser dos establos. En la primera planta alta se hallan tres alcobas, que evidentemente abren también al patio sus puertas (ya puedes imaginarte el mundo musulmán; tantas alcobas tantas mujeres)  y en la segunda planta hay otras dos habitaciones una de las cuales fue en su día telar y la otra almacén de lana. Agricultura ganadería e industria textil, todo un mundo que se prolongó cuatrocientos años.

  Y aquí paso la mayor parte de mi tiempo, tan lejos de todo que ni mis padres, ni mis amigos han venido a verme, unos tienen miedo a los cambios de comida, otros a una injustificada inseguridad en el mundo árabe, los de mas allá a la falta de higiene (y eso que he sustituido los retretes árabes por otros europeos y para que no quede duda he mostrado fotografías a todos ellos), lo cierto es que para no venir todos se dejan arrastrar por la tediosidad de su hacer cotidiano y la comodidad de su mundo.

  La segunda de mis casas tiene una composición muy semejante a la primera pero en lugar de predominar en ella las paredes encaladas se encuentran estas recubiertas por baldosas hidráulicas. Sabrás de que te hablo; esos ladrillos que se usaron en España entre los años 20 y 50, que inundaban las viviendas de nuestros abuelos y que formaban caprichosos dibujos caleidoscópicos, hoy todavía siguen fabricándose aquí en forma artesanal; Sobre el molde del ladrillo se pone arena, luego cemento y finalmente, sobre una plantilla metálica, los diversos esmaltes que formaran el dibujo. Todo ello se prensa por unos instantes y al salir el ladrillo se entierra en un ambiente húmedo para que el cemento y la arena puedan fraguar mejor.

  Y por hoy basta que estoy cansado, un beso.