MARTES 30 DE DICIEMBRE.

1777 EL PRINCIPIO DEL FINAL PARA LOS RETABLOS EN MADERA.

 

A veces me sorprende la memoria de mis amigos. Una de ellas me comento hace pocos días que años ha habíale hablado de la prohibición en el XVIII de construir retablos y altares en madera.

Dios mediante yo también me acordaba (no se por que milagro) de la referencia; la da el profesor Alfonso Rodríguez de Ceballos en su libro "Entre tradición y Academia", en el Cáp. "El proceso de la escultura" y la copio aquí literalmente para Maitechu:

"Todo este complejo mundo de retablos castizos comenzó a desmoronarse cuando Carlos III dirigió en 1777 una circular a los Obispos y Superiores de Ordenes religiosas ordenándoles perentoriamente que en adelante, las trazas de los retablos que se hubiesen de fabricar tenían que remitirlas a la Academia de San Fernando para que los profesores de arquitecturas las podasen de ridículos adornos, y si fueran de todo punto incorregibles, las sustituyeran por otras arregladas a la disciplina arquitectónica y al buen gusto. Además se prohibía hacer los retablos de madera dorada, teniéndolos que fabricar en adelante de mármol, piedra o estuco pues aquella era un material muy combustible y se prestaba a incendios provocados por la proximidad de las velas. Pero la intención última para ordenar hacerlos de materiales duros era la de que así se evitaba que los tallistas se emplearan a fondo en cuajarlos de adornos ridículos. Además los viejos retablos con su indisciplinada composición y su extravagante sistema decorativo eran lesivos no solo del gusto sino de los sentimientos de verdadera piedad religiosa que para los ilustradores jansenistas se cifraba más en la severidad moral que en las manifestaciones supersticiosas de la religión popular.".

Aguijoneado por la escasez de la cita, echo mano a los apuntes tomados en las clases de mi admirado profesor Joaquin Berchez (Andaluz para nuestra suerte venido a Valencia) y de ellos y de su libro "Arquitectura y Academicismo" entresaco mayores quejas contra el sempiterno imperante Churriguerismo;

Eugenio LLaguno y Amirola en torno a 1789 escribía sus "Noticias de los Arquitectos y arquitectura de España desde su restauración….." (Tomo IV paginas 39-41) donde se explaya, al comentar la obra de Alonso Cano sobre la "delirante secta borrominesca" exhortando a los pintores para que:

"vean como han de defender sus plantas con más sinuosidades que un laberinto, sus resaltos y otros resaltos en forma de sierra, sus ondulaciones, sus columnas sobre repisas, sus columnas que llaman salomónicas, sus pilastras, contrapilastras y otros retazos de pilastras, que asoman por el lado, el embrollo e capiteles que de todo esto resulta, sus cornisamentos y frontispicios rotos, sus pedazos de frontispicios, que sirven de montera a las columnas, amagando siempre a escurrirse y aplastar lo que cojan debajo, sus groseros follajes, cartelones y otra broza con que, si hubiese algo bueno, se ocultaría.".

En el mismo sentido el matemático Benito Bails, quien, cuando en 1801 pública su traducción de  los "Diálogos de las Artes", de Bottari, añade en nota marginal:

"…. En España hace muchos años que los escultores se metieron a construir retablotes o armatostes de madera en las Iglesias, que son el descrédito del arte, fuentes, trofeos y otras obras, pertenecientes en todo o en parte a los arquitectos.

Y por último Cean Bermúdez en su "Descripción artística de la Catedral de Sevilla (1804);

"…. Desde que los pintores empezaron en el siglo XVIII a separarse de las leyes de la arquitectura comenzó este arte acorrer su ruina y no paro hasta que lo sepultaron en el siglo XVIII los albañiles, los retableros y los tallistas, levantando en su lugar otro nuevo arte o conjunto de despropósitos, parto de una fantasía desordenada, de una independencia absoluta de los preceptos de la arquitectura y de una total libertad para poder guiar a su arbitrio por donde los conducía su misma fantasía desordenada.".

Citas todas ellas dictadas cuando ya el Academicismo llevaba medio siglo imperando tanto en Francia como en Alemania, tanto en la Arquitectura como en la Escultura. Pero no nos confundamos; yo prefiero los dorados sobre madera de Churriguera a los límpidos mármoles de la tumba de Napoleón, aquel barroquismo, como todo barroco, delata una inseguridad de creencias, más este academismo no es sino un disfraz echado sobre esa misma inseguridad.