PRIMITIVO HERNÁNDEZ MARÍN.

IN MEMORIAM.

 

Yo tuve un tío que se llamaba Primitivo. ¡En serio¡, ¡De verdad¡. ¡El tío Primitivo¡.
Poco puedo contar de la historia de su vida. Mis recuerdos se pierden en  esporádicas visitas que muy de uvas a peras mis padres hacían a un lejano primo, habitante de lo que entonces nos parecía una lejana población situada a 15 kilómetros de nuestra casa: El tío Ricardo y la tía Elia; últimos descendientes (uno de ellos, no se bien cual) de algún antepasado común cuya memoria se había perdido ya por aquellos tiempos.

Y con mis remotísimos, y bien queridos familiares, vivía el tío Primitivo, elevado a mor de familiar por la inveterada costumbre de los pobres, mejor dicho de los desamparados, de acogerse entre si y colocarse bajo el manto de su mutua ayuda y compañía, manto quizás carente de oropeles pero por lo visto tan eficaz como el de Nuestra Señora.

Y ahí, en aquel pueblo, Casinos, para no desmerecer, ni dejar sin identidad a quien la tiene, perdido entre las brumas de mi arteriosclerosis veo aparecer al tío Primitivo, entrando en casa con el caballo, o con la mula, que a saber si a aquel niño no le parecieran también gigantes los molinos, conduciéndolo en el establo, descargando los aperos…. Hasta unas alforjas merodean por mi memoria….. y siempre silencioso.

Poco hablador era Primitivo, más hombre de mesetas que de costa, más serio que agraz, quizás, quizás más solo que solitario.

Ignoro como fue que juntáronse en tan buena armonía un matrimonio sin hijos y un solterón sin medios pero poca perspicacia se necesita para darse cuenta de que el hambre y la soledad azuzaban en la España de la post-guerra y que los más heteróclitos mestizajes dan lugar a las mas asentadas familias. Y que de la misma manera que el tío Primitivo había sido acogido por el tío Ricardo y por la tía Elia (o al menos yo así lo recuerdo) mi madre había sido a su vez acogida por una comadrona cuando a los pocos años de nacer quedo huérfana de padre, y esta misma mujer acogio también, primero como sirviente y luego como familia adoptiva a la que con el tiempo de vendría en ser quien hizo conmigo las funciones de abuela, una mujer abandonada por su marido durante el periodo republicano y sin medios de vida (solo con el paso de los años llegaríamos a conocer los pequeños de la casa lo que por entonces era tan ominosa situación).

Aunque lo cierto es que todos estos recuerdos no guardan relación alguna con el recorte de página que les da inicio. Solo el maravilloso nombre de “Primitivo” actúa como nexo de unión entre ambos (creo recordar que Delibes lo utilizó para alguno de sus protagonistas, ¿Quizás para la guerra de nuestros antepasados?). Nombre para mi cargado de remembranzas a un mundo ya desaparecido, bien que presente para quien publico la esquela: “TRIGÉSIMO ANIVERSARIO”,  no décimo, ni vigésimo, sino “TRIGÉSIMO”  ¡casi un tercio de siglo¡. ¿Qué pensar de semejante declaración de amor? ¿Y no hecha por una persona, sino por varias¡, “Te queremos” ¡En Plural¡ ¡Y dirigida a una persona a la que se le habla como si estuviera viva¡ ¿Qué no daría en vida el Sr Primitivo para que el amor que infundió en los demás perdure 30 años después?.

Tengo que confesar que si bien en un primer momento la esquela trajo a mi memoria aquellas terribles palabras de Estrabón en que se refería a Hispania como la tierra de los muertos, con los días, mis pensamientos se han ido dulcificando, en primer lugar porque yo mismo siento el vacío en mi dejado por personas desaparecidas hace ya tan largo lapso de tiempo y en segundo porque aunque considerara que tan desmesurado amor hubiera podido conformar negativamente a quien lo siente incapacitándole para amar en la misma medida a quienes le rodeen (y no tengo ningún motivo para considerarlo así) ello no seria óbice para desvirtuar los meritos del Sr. Primitivo (que sin duda los tuvo y muchos) sino para lamentar que sus seres amados se hubiera dejado influenciar por el amor de Primitivo, ya desaparecido este, en forma que hubiera podido resultar perjudicial para ellos mismos o para otras personas.

Y una semana después de publicada la esquela, no tengo sino declarar mi más sentida pesadumbre por la perdida de aquel a quien no tuve el placer de conocer pero a quien todos debemos agradecer el amor que sin duda dio a quienes todavía hoy le recuerdan.